Llegó lo que esperabas, lo sabemos, así que no se diga más, ponete cómod@ y disfruta.
Por: Beatríz Zuru – Columnista
La vendedora de tapers
Tal vez lo único que deba rajarnos los pies sea trabajar en nuestros versos.
(Mislenca Se?onla)
Son las tres de la mañana. Ya no hay tiempo de hacerme la boluda. Tengo que sí o sí terminar esta columna. He redactado otros textos pero mi comandanta en jefa no deja de presentarme desafíos… «Esa para el día del amigo», «A ésta la dejemos más para el verano», «Esto está horrible, Beatriz, cambielé la yerba…». Tiene razón, le digo, ahora voy a comerme el mundo, mientras le sonrío con mandíbula de titán. Pero el mundo me morfa. Sí, me consume. Es un percutor que amenaza dos veces pero dispara siete. Por ejemplo, facebook. No les miento si les digo que más de tres veces quité la aplicación del celular. Me hace daño psicomotriz, no tengo sueños lindos, me baja la presión alta y me sube la baja, se me cae el pelo a mechones, me sale mucho colesterol del malo. Todos todos todos los síntomas que te dicen en la iglesia universal que el diablo te pone, a mi me los da fb. Pero ahí me van a ver de nuevo, los viernes a la medianoche, leyendo los estados estupidísimos de la gente, todas las publicaciones de los diarios locales, las páginas de memes… todo todo todo sirve para encontrar a esa trabajadora que me devele un poema o me obligue a diseñarlo.
Creo que te visualizo entre nuevas denuncias de violadores absueltos y casos de gordofobia. Pero una viñeta muy mansa que explica la eyaculación femenina como impugnación al patriarcado, me desconcentra y hasta me olvido de vos. De todos modos, la promoción de ollas que hace mi tía Grace me recuerda que desde hace tres columnas quiero contarte.
A veces no te encuentro.
Nadie habla de vos.
Quiero
escribir sobre vos. ¿Por qué?
Porque tu piel de los pies
y los vuelos de tu falda
hacen que el Centro Cívico sea el espacio más bonito de San Juan.
Porque además de esas flores que lampacean los porcelanatos grises
me hacés pensar en
una galaxia de bucles negros con estrellas.
Lo poético es que mucha gente te compra los paquetes y paquetitos que vendés y
yo siento que cada comprador se lleva a su casa
un trozo de estrella o de vivero.
A veces te encuentro.
Quizá yo solo hable de vos y busque
compartir tu fotopoema
tu cara de sed y las súplicas de tus brazos,
más largos que los de nadie trasladando bolsas con plásticos con promesas.
Entonces bendita esa hora que naufragué entre fakes e informaciones de la barranca abajo del país: gracias por esa pequeña galaxia de pies asomando entre los vuelos del vestido.