Por Andrés Nocte
San Juan es una provincia con una importante historia en el trabajo sexual, signada por el empoderamiento y la lucha. Es un territorio geopolítico con mucha fuerza activista, pienso en los trabajos que emprenden en los distintos feminismos: Sandra Cabrera (gran referente aún vigente e icono de lucha en las banderas de AMMAR), asesinada en el 2004 en Rosario. Mónica Lencina, secretaria general de AMMAR San Juan con una fuerte visibilización en medio de un territorio opus dei, hostil para las disidencias políticas. Eugenia Aravena, referente de AMMAR Córdoba, cuya lucha está caracterizada por los fuegos de la represión policial en una sierra incendiada de yutas. Tres mujeres, negras, villeras, sanjuaninas (o del interior como expresa la hegemonía), tres PUTAS de amplio rango político e históricas militantes por el reconocimiento de los derechos laborales de lxs trabajadxres sexuales.
Hace dos semanas San Juan despertó de la siesta, las noticias locales referían un crimen aberrante, se trataba de un femicidio. Una mujer muerta + en condiciones espeluznantes. La identidad de la asesinada hallada en Chimbas era desconocida, los detalles de cómo hallaron su cuerpo no. Las condiciones y los métodos de la forma en cómo fue asesinada no tardaron en rebelarse a la audiencia sanjuanina, espantada por su puesto con esta saña y estas torturas practicadas. Una vez más, una menos. La prensa local refirió muchos detalles otorgándole además algún que otro suspenso, subtítulos como crimen pasional, venganza, ajuste de cuentas o trata mantenían la inquietud y el miedo.
El nombre es YAMILA PEREZ, trabajadora sexual, residente del estigmatizado Barrio Cabot y pobre. Tres características que activan preguntas siniestras en las sutiles búsquedas de justificaciones: -pero en qué andaba, qué hizo, por qué trabajaba de noche, era drogadicta etc.- Quizás las listas de las malas víctimas tengan mayor grosor, YAMILA PEREZ figura en los registros morales de esta sociedad como una mala mujer, a la que no sólo se le ha aplicado muerte, sino además condena y mayor tortura mediática. Los asesinos y sus cómplices tienen un vallado de gente que los recubre, una interminable configuración donde el patriarcado endereza su columna de poder. No sólo las opiniones de la moral, las preguntas de la prensa, sino que además están sumadas las posiciones abolicionistas que en la ausencia sorora, no se preguntan aún, sobre la necesidad de reconocer los derechos laborales de lxs trabajadxres sexuales.
Las putas están arrojadas a la precarización y a la clandestinidad por gran parte de la opinión cis género, en la construcción de la grande mujer, hay muy poco espacio para una puta. La opinión pública que puede manifestarse como académica, virtual, partidaria, obrera, sindical, feminista, tal vez olvide que cuando arrojamos un cuerpx sin el derecho de elegir sobre sí mismx, estamos restando derechos. ¿Un estado presente, porque en ausencia de ello el estado se transforma en cómplice?
YAMILA no era una obrera prototípica de un manual escolar, una chica no-ejemplo del condado de SanJuanistán. A la hora del acompañamiento extra-familiar ante la tragedia, putas sindicalizadas y putas autoconvocadas, siguiendo el paso de Mónica Lencina, se hicieron presentes ante la familia. Un dolor gigante hace que muchas palabras se recorten i queden sin sentido. Nora, mamá de Yamila perdió en el 2012 a otra hija en manos de un fémicida.
Mónica Lencina y Craneo C. estuvieron dando algunos puntos de vista fundamentales, que reivindican y ponen en sus propias voces tres aspectos del trabajo sexual: reconocimiento de derechos laborales, abolicionismo y el tratamiento que la prensa le dio al caso Yamila Perez.
Vídeos:
[wpvideo RF2om7ux]
[wpvideo OiC5bs7q]
[wpvideo iBhJDuqu]
YAMILA PEREZ, presente, ahora y siempre, es lo que se escuchará, lo que se grita con indignación, lo que no se puede entender. Cuando las putas mueren, se encienden las que quedan, no hablo ni siquiera del multiverso de deseo que pueden contarte las putas, hablo de una muy íntima posición ante el mundo, una pulsión en los ojos que da cuenta de su resistencia y su supervivencia, de sus múltiples formas de sabidurías y estrategias, de sus redes de afecto. A más de doce días del asesinato de Yamila, los femicidios siguen haciéndose presente en este desierto andino. Una saña oscura y siniestra pone a las mujeres en baldíos, campos, tiradas, esa saña es la que practica el patriarcado como sistema operante de nuestrxs cuerpxs. Apagaron la voz de una puta del Cabot, pero en cada barrio se han encendido las sororidades, ante aquello que nxs oprime, estamos de frente, necesitamos apoyo, urgente justicia para nuestrxs muertas.