Por: Beatríz Zuru – Columnista
Tripalium Tribulum
Sí. De hacerlo, lo hacés. Nadie duda.
Y vos sabés que estarás ahí dejando las uñas.
Exprimiendo cada porción de la biósfera que sos.
Por esta banquina no circula la sangre.
Ni sirve de nada haber sido una buena persona.
Vos intentás soñar con un mundo mejor pero en este baldío neurálgico
se callaron los gatos y vociferan bolsas y otros plásticos de muchos colores.
Mientras intentás no perder la cara durante otra zancadilla
no vale de nada ser liebre ni tortuga.
Los talones se te van como un pedacito de tiza.
La noche comienza a pasarte la lengua por los párpados y
no falta nada para que te entierre los dientes
aunque aún te estés arrastrando.
Y se te ocurre que el antónimo de victoria es derretirse.
Por ahora podés subirte a la vereda o tomar bebidas energizantes
para guardar un poco el decoro.
Pero no te ilusionés con tu sonrisa de caída libre.
Bien sabés de las costras del lunes y del lunes y del lunes pasado: esa mueca duele doble.
Y sí. Te la jugas hasta el final, lo hacés.
Nadie se atreverá a dudar de que estás comprometidísima dejando el pelo,
las pestañas y las yemas de los dedos.
Tu paisaje es un descampado
donde el éxito de la ciudad viene a pedir muerte digna.
Ya no podés treparte al cordón ni seguir por el pavimento.
Tenés unos tobillos engrilletados por el mismo par de medias, ¿a las 6?
No, me las puse a las 05:27 porque a las 05:32 o 05:35 pasa el colectivo.
De todos modos es algo fácil de entender:
es la misma respuesta del martes y del miércoles y del jueves.
Y es la misma hinchazón que desborda la orilla del zapato y
te hace parecer más a tu pobre abuelita.
Pero agradezcamos al señor que hoy no vas roja.
Aunque el bosque sea el lobo y el lobo una canasta gigante que nos mastica
desde la alarma de madrugada hasta que salimos de la ducha
tan tarde que se desvelan los perros y otros bichos.
Y como saben que vas a dejar los hombros como en una máquina de cortar fiambre
cuentan con vos… Ya que estamos… digamosló con transparencia:
¿qué día de la semana no comiste sánguche?
La noche te avisa que hace mucho no ves los huesos de tu cadera
porque todo se ha transformado en un bloque,
un descampado,
una chacarita de fatigas.
Sí, de tener olores los tenés.
Por suerte es invierno y una puede ocultar, capa sobre capa,
los jugos que exprime y pueden llegar a molestar*.
(*) …la figura de la bruja, que en La tempestad se encuentra confinada a un segundo plano, se ubica (…) en el centro de la escena, en tanto encarnación de un mundo de sujetos femeninos que el capitalismo no ha destruido: la hereje, la curandera, la esposa desobediente, la mujer que se anima a vivir sola, la mujer obeah que envenenaba la comida del amo e inspiraba a los esclavos a rebelarse.
(Silvia Federici, Calibán y la bruja Mujeres, cuerpo y acumulación orginaria)