España atraviesa un momento histórico. Mariano Rajoy ha sido removido del gobierno en lo que constituye el primer ejercicio exitoso de una moción de censura en la historia democrática del país. El pasado viernes una coalición ad hoc conformada por socialistas, nacionalistas vascos y catalanes y Podemos logró conseguir los votos necesarios para hacer caer el gobierno del PP. Y aunque el futuro del gobierno español resulta incierto en el corto plazo, por estos momentos Pedro Sánchez del Partido Socialista Obrero Español ya se encuentra en funciones como presidente de la república. El escenario que estamos presenciando resultaba improbable tan solo algunos meses atrás pero, si se nos permite el uso del cliché, los acontecimientos se precipitaron. Es que la política española suele contar con giros abruptos, tramas secretas y finales sorpresivos dignos de las novelas de George R.R. Martin. Los acontecimientos recientes del país dan testimonio de esto.
Mariano Rajoy consiguió su segunda investidura como presidente de España gracias a una larga serie de negociaciones tras las elecciones generales de 2016. El Partido Popular había resultado ganador en las elecciones pero, con el 33% de los votos totales, aún se encontraba lejos de los escaños necesarios para conseguir un voto de confianza en las Cortes. Cuatros meses de negociaciones con otros partidos de derecha fueron necesarios para que Rajoy siguiera siendo presidente. Una muestra de la precariedad de su posición.
Los giros continuaron. Hace poco menos de un año, en junio de 2017, Pablo Iglesias lanzó la primera moción de censura contra Rajoy. No tuvo éxito, ya que sólo contó con los votos de Unidos Podemos, su propio partido, y los de dos formaciones de izquierda regionales (ERC y Bildu). Pero lo que la jugada permitió fue visibilizar la fragilidad del gobierno del PP: sólo Ciudadanos votó en contra de la moción de censura, mientras que el PSOE, el principal partido de la oposición, simplemente se abstuvo. Rajoy sobrevivió al intento de removerlo del cargo, pero la experiencia debería haber sido suficiente para hacerle entender que necesitaba tender puentes con Pedro Sánchez y los socialistas si quería sobrevivir el resto de su mandato.
El siguiente capítulo de la novela llegó en octubre del año pasado con la crisis catalana. Rajoy optó por la vía más dura contra los independentistas y esto le valió el apoyo de Ciudadanos y el PSOE, además de significarle una mejora en las encuestas de opinión. Lo que podría haber resultado un desastre para su gobierno y la transformación radical del espacio geográfico ibérico terminó siendo una buena oportunidad para cerrar filas bajo la bandera del nacionalismo español.
Pero a pesar de la mejoría tras el episodio catalán, el 2018 no fue sencillo para Rajoy y el PP. Uno tras otro, los destapes de diversos casos de corrupción golpearon al partido y en especial a los altos mandos del gobierno central. Un caso en particular, el más extendido y escandaloso de toda la amplia gama de delitos de corrupción del PP, es el que selló la suerte de Rajoy la semana pasada. El “caso Gürtel”, como se lo conoce en España, consistió en un amplio entramado de empresas fantasma manejadas por los propios dirigentes populares y que se utilizaban para blanquear capitales, ganar licitaciones a cambio de coimas y servir como caja de financiación paralela del PP. Todo esto extendido durante al menos 25 años.
La investigación judicial ya ha condenado a decenas de políticos y empresarios del Partido Popular a la cárcel, además de obligar al partido a pagar enormes multas por su participación necesario en la trama. Aunque Rajoy en todo momento negó conocer los manejos financieros de su partido, para el público español resulta inconcebible que quien ha sido presidente del país en dos ocasiones y presidente del PP desde 2004 no haya estado al tanto de una trama de corrupción que atravesó virtualmente todos los niveles del gobierno español y tenía su centro neurálgico nada menos que en Madrid. La sentencia judicial del pasado 24 de mayo fue lo que puso en marcha los mecanismos de la moción de censura que finalmente ha logrado desalojar a Rajoy de la presidencia.
¿Qué se puede decir de Pedro Sánchez, el nuevo presidente español? Ciertamente su propia carrera política presenta tantos altibajos como la de su némesis político. Llegó por primera vez a ser secretario general del PSOE en 2014, como parte de la renovación partidaria que se impuso debido a los pobres resultados electorales que el PSOE venía obteniendo bajo la dirección de Alfredo Pérez Rubalcaba. Los medios españoles unánimemente dieron por terminada su carrera política en 2016, cuando se vio obligado a renunciar a su cargo en el partido al sufrir un golpe interno de parte de la caudilla andaluza Susana Díaz. Sánchez suele ser presentado como el candidato predilecto de las bases del partido mientras que Díaz es más bien una representante de los dirigentes y el aparato. Est noción se confirma cuando Sánchez vuelve a la carga en las elecciones internas del PSOE de 2017 y obtiene más del 50% de los votos de la militancia. Si a esto le sumamos que apenas un año después Sánchez se encuentra al frente del país entero podemos hablar de una verdadera resurrección política moderna.
Mariano Rajoy ha caído y España ya se encuentra bajo el gobierno de Pedro Sánchez. No fueron los ajustes económicos draconianos sobre la población vulnerable los que sellaron su destino político, sino el descubrimiento de una de las tramas de corrupción más grandes del mundo en nada menos que el país que gusta de dar lecciones sobre democracia y cultura empresarial a los países de América Latina. ¿Qué será del gobierno de Pedro Sánchez? Por lo pronto, no parece que vaya a transformar sustancialmente las líneas maestras trazadas por Rajoy. Después de todo el PSOE comparte el destino que la mayor parte de los partidos socialdemócratas de Europa asumieron tras el fin de la guerra fría: europeísmo, políticas económicas neoliberales y alineación con Estados Unidos en asuntos de política exterior, especialmente en lo referido a Medio Oriente y América Latina.
La incógnita reside en la duración del gobierno de Sánchez. Debe encontrar una manera rápida de validarse frente a la población española teniendo en cuenta que su gobierno no es uno surgido a partir de la urnas, sino de una maniobra parlamentaria. A su vez, deberá llegar a acuerdos rápido con el resto de los partidos si desea gobernar con cierta tranquilidad, sobre todo sabiendo que el PP no se encuentra interesado en aportar a ninguna forma de gobernabilidad. Esta tal vez sea la gran oportunidad de Podemos, partido que ha tenido mucho que ver con el éxito de la moción de censura. Capitalizar políticamente el momento post-Rajoy que atraviesa España es la tarea de los muchachos y muchachas de Pablo Iglesias.