Desde las primeras horas de la mañana del domingo 30 de julio las redes sociales se inundaron con fotos que intentaban describir lo que sucedía en Venezuela. El país celebró elecciones que le darán forma a una nueva Asamblea Nacional Constituyente, la gran apuesta del presidente Nicolás Maduro para salir de la crisis política y parálisis institucional que afecta al país desde enero de 2016. La disputa por el significado de la jornada se ubica en el centro de los acontecimientos.
El oficialismo necesitaba movilizar a sus bases y conseguir que el mayor número posible de personas fuera a votar. Sólo así, frente a una oposición que había decidido desconocer y boicotear el proceso constituyente, el gobierno podría retomar la iniciativa perdida desde que estallaron las violentas protestas en Caracas y otros puntos del país. Para los partidos opositores nucleados en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) el éxito consistía en entorpecer al máximo el proceso eleccionario, lo que al anochecer les permitiría hablar de fracaso y fraude oficialista. En base a estas expectativas ambos campos construyeron sus narrativas sobre lo que aconteció a lo largo del día.
La oposición venezolana, extremadamente activa en redes sociales, difundió fotos de centros de votación vacíos y calles desiertas. Esas fotos se replicaron miles de veces y llegaron a los grandes medios de comunicación mundiales, los cuales multiplicaron exponencialmente su difusión. Por supuesto, no existe manera de comprobar la autenticidad de las fotos, ni el lugar o el momento en que fueron tomadas. Pero nada de esto importa en el terreno de la posverdad. Cuando los centros de votación ya se encontraban cerrados, el líder opositor Julio Borges ofreció una conferencia de prensa en la que dio su veredicto: apenas el 12% del padrón participó en la consulta. Un fracaso a todas luces.
Muy distintas son las cifras de participación que ofrece el Consejo Nacional Electoral (CNE), organismo oficial encargado de supervisar el proceso electoral. Según el CNE, 8.089.320 personas concurrieron a votar el domingo. Esa cantidad representa el 41,43% del padrón, cifra que parece pequeña para encarar la refundación institucional del país que desea el gobierno, pero enorme frente a la imagen que la oposición y los medios intentan construir en torno a un oficialismo al borde del colapso y carente de apoyo popular. En este punto cabe mencionar que el CNE es el mismo órgano que 2015 reconoció rápidamente la victoria de la oposición en las elecciones legislativas, y sobre el cual no pesan cuestionamientos de parte de los diversos organismos internacionales que auditaron múltiples elecciones venezolanas.
Pero, como dijimos, en el terreno de la posverdad no hay lugar para hechos comprobables. Las fotos que circularon por las redes sociales -más allá de su veracidad- cimentaron la percepción ya instalada entre los opositores en torno a que la convocatoria sería un fracaso. Observar sus propios barrios acomodados de Caracas completamente en manos de los manifestantes reforzó aún más esa idea, sin importar que la realidad en otros lugares del país o la propia ciudad fuera muy distinta. Tales estímulos emotivos pueden más que cualquier estadística o balance meticulosamente confeccionado. El triunfo de la pura subjetividad.
Similar es el panorama que encontramos repasando lo que los principales medios del mundo hispanoparlante comentaron sobre la jornada. La imagen que ocupó el grueso de las portadas de los diarios fue la del momento preciso cuando una bomba improvisada estallá sobre una patrulla policial de la Guardia Nacional Bolivariana. Un hecho así sería considerado un atentado terrorista grave en cualquier lugar del mundo. Salvo en Venezuela. La narrativa glorificante de la violencia tuvo más éxito que ocho millones de venezolanos eligiendo a sus representantes.
También es posible obtener conclusiones interesantes cuando se comparan las cifras de la Constituyente venezolana con otras elecciones recientes. Por ejemplo, el 41,43% de votantes que participaron en la Constituyente es superior al 36,4% que participó en las elecciones legislativas estadounidenses de 2014 y al 40,9% que lo hizo en 2010. Tan solo el 48,7% de los franceses empadronados votó en la primera vuelta electoral de este año, cifra particularmente pequeña considerando que se trató de elecciones presidenciales. Y, volviendo a la manipulación mediática, cabe mencionar cuando en 2005 el diario español El País escribía estas líneas a propósito del referéndum sobre la entrada en vigencia de la Constitución Europea, donde el 42% de los españoles participó en la consulta. Para terminar mencionaremos que la oposición venezolana informó haber escrutado 7.186.170 votos en el plebiscito ilegal organizado dos semanas atrás, unos 900.000 votos menos que los registrados en la Constituyente.
No caben dudas sobre que Venezuela atraviesa un momento dramático y de altísima polarización, tal vez irreversible. Sin embargo, la imagen de un chavismo destruido y carente de apoyo popular que se intenta presentar en los medios internacionales es errónea. Quienes alientan un “cambio de régimen” en Venezuela o directamente abogan por una intervención extranjera deberían tenerlo en cuenta.