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Violencia política contra las mujeres en la Argentina. Reflexiones en torno a la condena a CFK

A pesar de las bombas (1955), de los fusilamientos (1955-1970), lxs compañerxs muertxs, lxs desaparecidxs (1970-1983), no nos han vencido..)

Por M.F.P.V.

El martes 10 de junio de 2025, la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina dio a conocer el fallo que condena por seis años de prisión e inhabilitación a cargos públicos de por vida, a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Una vez más, la historia se repite. Una vez más, la dirigenta política con mayor apoyo popular del país se encuentra proscripta.

A Cristina la quisieron muerta o presa. El primer intento fracasó, por problemas armamentísticos del sicario de turno, a quien la bala no le salió. Desde entonces, Cristina es una fusilada que vive. Ayer, el histórico fallo de la impunidad dictado por los tres jueces federales, Andrés Basso, Jorge Gorini y Rodríguez Giménez Uriburu, cuyos antecedentes se tiñen de manchas del poder hegemónico y fáctico, la convirtieron en una presa política.

El Plan Cóndor 2.0

Cientistas sociales y de las humanidad y jueces y operadores judiciales argentinos y argentinas denuncian a la política del Lawfare detrás de esta condena que, merece ser mencionado, contiene nulas pruebas sobre los delitos por los cuales se increpa a la exmandataria argentina. En algún momento de la historia política contemporánea del país- estoy hablando de los pocos años del siglo XXI transcurridos-, las disputas políticas se trasladaron de la arena electoral y legislativa, al ámbito judicial. Es en este terreno, para nada nuevo en la historia moderna de los estados republicanos de América Latina, donde se dirimen las disputas políticas entre los diferentes sectores de poder de la Argentina y de la región.

El Lawfare– guerra jurídica en castellano- son técnicas judiciales diseñadas y orquestadas desde Washington a comienzos del siglo XXI, metodología del “Plan Cóndor 2.0” del nuevo milenio. Estas estrategias son desarrolladas por distintos operadores de los sistemas judiciales nacionales, regionales e internacionales, los cuales buscan incidir por medio de resoluciones legales en las decisiones políticas internas de los países. Conocido también como los “golpes blandos”, el Lawfare es una de las nuevas metodologías de control sobre los territorios que aplican los poderes hegemónicos y fácticos nacionales, regionales e internacionales.  

Lo complejo de estas nuevas técnicas de control y de guerra, son el difícil acceso y decodificación que significa el lenguaje jurídico legal para las mayorías sociales, una de las características principales del sistema judicial, y la razón de ser un ámbito por demás exclusivo y excluyente. Lo hermético de los ámbitos judiciales y la reducida circulación de sus discursos en la sociedad- dado lo ininteligible para las mayorías- habilita la expansión de su influencia sobre las diversas esferas políticas, económicas y sociales, inhabilitando procesos democráticos en las direcciones de las acciones estatales. Otra característica del Lawfare es su articulación con los operadores mediáticos corporativos de los países.

En América Latina, el Lawfare se hizo visible con sentencias judiciales y condenas de prisión contra expresidentes populares de Brasil- Lula Da Silva (2018-2019) y Dilma Roussef (2018)-, Ecuador- Rafael Correa (2020)-, Bolivia- Evo Morales (2023)- y Paraguay- Fernando Lugo (2012).

Un enojo primitivo

Conocer la sentencia firme que condena y proscribe políticamente a Cristina Fernández de Kirchner despertó en mi un enojo primitivo. Una secuencia de historias personales atravesó mi mente mientras digería los sucesos que iban aconteciendo en la Argentina. Siento que los hechos ocurridos ayer en el país despertaron memorias de despojo que hacen a la historia del pueblo y de los pueblos que hoy conforman la Argentina, el país más austral del mundo.

La continuidad de la violencia política contra los sectores populares y contra sus dirigencias se manifestó de una manera cruenta ante la mirada pública, y no deja de sorprenderme. Entre los cánticos que empezaron a sonar por las calles del país, el de la Gloriosa Juventud Peronista, nos mostró una genealogía de violencias sin fin: “A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido”. El sujeto político del peronismo experimentó en carne propia el desarrollo de las tecnologías de guerra desde la segunda mitad del siglo XX en adelante. Hoy en día, su cuerpo colectivo es dañado por esta guerra jurídica contra su máxima dirigenta, repitiéndose la historia de la primera proscripción del peronismo, allá por 1955 y hasta 1973. 

Resulta urgente también señalar otra de las nuevas formas que adquiere la guerra en la actualidad. Estoy hablando de las inscripciones del poder en los cuerpos de las mujeres a través de mensajes inteligibles para el sentido común social. Lo de Cristina, el marte 10 de junio de 2025, lo lograremos ver en retrospectiva algunos años por delante. Pero el mensaje del poder es claro y ejemplificador: hay que disciplinarla. “Por corrupta y por ladrona” pero, sobre todo, hay que disciplinarla por mujer, por mujer desobediente. Una mujer que pone en crisis el relato civilizatorio dónde el varón blanco y heterosexual es el que guía los rumbos de un mundo que se cae a pedazos.

Esto se reafirma con las campañas mediáticas misóginas que acompañaron los años desde que Cristina es una figura política clave en el devenir del país. Desde 2016, la corporación patriarcal traccionó para castigar a esta mujer que desafió a los poder fácticos y hegemónicos nacionales y regionales. Este castigo lo lograron materializar el martes pasado, a través del poder de la ley, el poder del falogocentrismo.

Cristina, como tantas mujeres a lo largo de la historia del patriarcado, fue sacrificada en el escenario público nacional, ante la mirada de todo el pueblo. Su cuerpo, su vida, una vez, fue el objeto de intercambio entre las facciones del poder masculino para mantener un orden que cada vez muestra más señales de derrumbamiento.   

No sé qué pasará. Espero poco. Espero mucho.

Pero espero, porque si espero aguardo una esperanza que comienza a dibujarse en el horizonte. Una silueta de algún futuro más humano, más amable, un futuro plural, sin hegemonías. Un futuro dónde quepamos todxs.

Abrazo a mi amada Argentina. Aquella Argentina hecha de corazón y justicia social.

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