La política del primer ministro Viktor Orban incluye levantar un muro en la frontera y la creación de unas fuerzas de seguridad para detener a los inmigrantes y refugiados.
Adam Gurdies está orgulloso de haberse unido a los Border Hunters (Cazadores de la Frontera), las nuevas fuerzas de seguridad de Hungría que reciben entrenamiento express para detener a los inmigrantes y refugiados que llegan a la frontera, como parte de la implacable política anti-inmigración del primer ministro Viktor Orban.
La idea del líder nacionalista de crear estas unidades especiales con el nombre tan elocuente de Cazadores de la Frontera, alertó a las organizaciones de derechos humanos que asisten a los refugiados, que en el pasado ya denunciaron abusos por parte de las fuerzas de seguridad.
Hungría es una de las entradas por el este europeo al espacio de libre circulación Schengen de la Unión Europea (UE). Durante la crisis migratoria de 2015, miles de refugiados e inmigrantes ingresaron a territorio húngaro por la frontera sur del país, a través de Serbia y Croacia (la llamada ruta de los Balcanes), en su mayoría con el objetivo de llegar a Alemania y otros países del corazón de Europa.
A pesar de que se trata de un país de tránsito, Orban se convirtió en el principal defensor del cierre de las fronteras europeas, liderando el boicot de los países del Este a los intentos de la UE por recibir a los refugiados.
El primer ministro húngaro «blindó» su país levantando un muro en el límite con Croacia y una doble valla coronada de alambres de púas y electrificada en los 150 kilómetros que separan a Hungría de Serbia, ambas zonas en las que este año fueron desplegados los primeros Border Hunters, las unidades con las que se pretende reforzar la labor de seguridad que ya realizan la policía y el Ejército.
A mediados de junio, el propio Orban tomó juramento a 1.200 jóvenes, la segunda camada de agentes especiales -en enero se recibieron unos 800-, en una ceremonia que tuvo lugar en la plaza de Los Héroes de Budapest.
«Hungría no tuvo miedo a la crítica y demostró que se puede parar la inmigración», aseguró el primer ministro durante el acto, vanagloriándose de su severa política hacia los refugiados, que viola sistemáticamente las leyes internacionales de asilo.
El plan del gobierno húngaro es reclutar a un total de 3.000 «Border Hunters» entre jóvenes que aspiren «a defender a su país», quienes luego de un entrenamiento intensivo de apenas seis meses tienen derecho a portar armas.
Aunque la afluencia de refugiados disminuyó mucho tras el acuerdo firmado el año pasado por la UE con Turquía y las extremas medidas de seguridad disuasivas de la frontera, Orban continúa alimentando el miedo en el pueblo húngaro con una peligrosa retórica xenófoba y anti europea.
«El claro incremento de la inmigración ilegal en Italia, de la presión en las fronteras de Hungría y los continuos ataques terroristas en ciudades de Europa son un mensaje claro de que la inmigración masiva es el principal desafío y amenaza de Europa», subrayó recientemente el mandatario en un discurso en el Parlamento.
Estas ideas parecen calar en la población. «Este es un trabajo diferente; ahora la vida en Hungría es más peligrosa por culpa de la crisis migratoria, y este es un puesto de responsabilidad en la frontera», dijo a Télam la sargento Melinda Fodor-Racz, que participa de los entrenamientos para convertirse en Border Hunter.
Adam Gurdies, es un civil, que quería ser bombero pero no superó las pruebas, y por eso decidió formar parte de las unidades de seguridad fronterizas.
«Salvar al país es muy importante, pero también salvar a la gente», afirmó Gurdies al referirse, orgulloso, a la misión que tendrá por delante cuando culmine su entrenamiento.
«Tenemos que entender a los refugiados, que vienen de un país en guerra y necesitan cuidados y actividades especiales. Tienen su propia cultura y tenemos que respetarlos», apuntó mostrando una visión que contrasta con la retórica agresiva de Orban.
Los aspirantes a convertirse en Border Hunters deben ser mayores de 18 años y haber terminado el colegio secundario. La paga que se les ofrece es de 220.000 florines húngaros (unos 700 euros), un 20% por encima de la mínima.
«Los Border Hunters empiezan obviamente su carrera como personas civiles cuando llenan su formulario, igual que los que solicitan ingresar a la academia de policía. Después de seis meses acaban el entrenamiento y tienen permiso para llevar a cabo ciertos trabajos de policía. Luego el entrenamiento continúa, y después de dos años acaban con un entrenamiento completo igual que la policía», explicó el teniente coronel Andrew Liptai, líder de la academia que visitó Télam en Kiskunhalas.
Durante el entrenamiento, los futuros agentes aprenden judo, movimientos para esposar a la gente en situaciones de resistencia y a ensamblar sus pistolas. También toman clases de idiomas.
Según el jefe de la policía, la regla es que puedan doblegar a una persona que se resiste en caso de que sea necesario. «Llevan armas, pero no deben utilizarlas en la frontera», asegura.
«Todos los que trabajamos en el terreno estamos preocupados por si este entrenamiento es suficiente y permite a estas personas efectivamente proteger la fronteras y respetar los derechos humanos al mismo tiempo», sostuvo Andras Lederer, responsable del programa de refugiados del Comité de Helsinki Hungría.
No obstante, Andras aclara que ya hubo «problemas» de abusos en la frontera antes que llegaran los nuevos agentes.
Por otra parte, en marzo de este año, el Parlamento húngaro -donde el partido gubernamental Fidesz tiene mayoría absoluta-, aprobó una ley que establece que todas las personas que ingresen «ilegalmente» a Hungría serán detenidas y transferidas a zonas de tránsito hasta tanto se resuelva su demanda de asilo.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) condenó la medida, por considerar que viola la ley internacional y tendrá un impacto físico y psicológico en estas personas, especialmente los niños.
En tanto, el sistema de asilo de Hungría funciona bajo mínimos. Sólo 10 personas son admitidas por día. Estas personas son encerradas en las zonas de tránsito, que se encuentran en condiciones deplorables, de acuerdo con las ONG, a las que no se les permite brindar apoyo.
Del otro lado de la frontera, en Serbia, la espera para ingresar en el sistema de asilo es de una media de dos años, pero los que se encuentran ahí no pierden la esperanza.
«Tengo que esperar, debo ir a Hungría, eso es todo», afirmó a Télam el músico iraní Peyman Babuzadeh, de 27 años, quien huyó de su país por los problemas continuos que tenía con la policía por ser cristiano y por su profesión.
Peyman se encuentra en un campo de refugiados en Subotica, a 30 kilómetros del paso fronterizo de Horgos-Rozke. Los que están allí, supuestamente, son afortunados, porque están a punto de entrar en el sistema de asilo húngaro.
«Estamos asustados, muy frustrados, no tenemos mucha información, solo sabemos que están unos tres meses en estos centros de detención y que las solicitudes de asilo en Hungría no están siendo aceptadas», aseguró Elias Hasse, un iraquí de 31 años que ha perdido todo y se dirige al callejón sin salida en el que se convirtió Hungría.
Fuente: Telam