Una nueva era se anuncia en la Fiesta Nacional del Sol

La edición 2020 de la Fiesta Nacional del Sol (FNS) anuncia una “nueva era” en la modalidad de este evento nacional, devenido en estos últimos veinte años en el principal escenario de construcción política del Estado provincial en San Juan. En este breve artículo me propongo reflexionar sobre la presentación de lo que se denominó “una nueva era” de “evolución” en esta última FNS.

   Por Carina Jofré[1]

La presente reflexión sobre la FNS intenta poner énfasis crítico en la mega-producción de escenarios artísticos, cuyo show anual es un polo de atracción turística nacional, a la vez que una vidriera donde la política es escenificada y construida a partir de discursos socioculturales específicos. Propongo revisar las pistas de la memoria reciente de la FNS para re-conocer el advenimiento discursivo de esta “nueva era” ligado también al tema de la última edición de la fiesta: Evolución. Este anuncio gubernamental de una “nueva era” constituye un nuevo tipo de escenificación política cultural en la FNS, a primera instancia sus rasgos principales son: una mega performance discursiva y tecnológica elaborada a través de una producción cuidada por funcionarios/as, artistas, científicos/as y comunicadores/as; y la incorporación de discursos sociales emancipatorios para subvertir sus sentidos y reforzar, especialmente, la condición subalterna de las mujeres y disidencias. La orientación de este cambio discursivo y su escenificación en la FNS responde a una sociedad cada vez más  tecnificada y coercitiva, en la cual se perfecciona, año a año, el régimen estatal patriarcal neo-extractivista que define al actual gobierno provincial.

Por patriarcado entiendo a la estructura de relaciones entre posiciones marcadas por un diferencial jerárquico e instancia paradigmática de todos los otros órdenes de estatus racial, de clase, o entre naciones o regiones (c.f. Rita Segato), y en cuyo seno el género, como condición histórica diferencial construida por un orden social patriarcal extractivista, se reproduce en las sociedades como la nuestra, hija de la matriz moderno colonial capitalista. De este modo, ciertas perspectivas de género pueden reproducir estructuras patriarcales de violencia hacia las mujeres -y disidencias feminizadas-, a través de representaciones que reivindican la exaltación del género a través de sus estereotipos diferenciales. Se trata de perspectivas de genero funcionales al orden imperante, y que no pretenden transformar la matriz de violencia, por la cual, tanto los cuerpos de las mujeres, como el cuerpo de la madre tierra (mal llamada Naturaleza) son reducidos a productos extractivos exportables y comercilizables. Para el caso de San Juan, capital moderna de “la minería argentina”, el ejercicio del orden patriarcal extractivista es voluntad paradigmática del Estado regulador de las prácticas de violencia, saqueo y contaminación de los cuerpos-territorios, tanto del cuerpo-mujer como del cuerpo-madre tierra. A esto se lo ha denominado neoxtractivismo, el cual, en  tanto modelo de desarrollo, comparte algunas características con el extractivismo convencional o histórico ensayado en nuestros cuerpos-territorios desde la llegada europea en el siglo XV. El neoxtractivimo prioriza la obtención de bienes y recursos no procesados para su exportación (en este caso hacia Europa, Norteamérica y Asia), pero su diferencia radica en el rol protagónico que posee el Estado en el proceso de desposesión en contextos poscoloniales.

No cabe duda que la transformación de la FNS en espectáculo turístico y político de exportación debe situarse a partir del 2003, con la gestión del Gobernador José Luis Gioja. Fue Gioja quien inauguró un nuevo proyecto de gobierno modernizador neoxtractivista presentado como “la segunda reconstrucción de San Juan”, en alusión a la primera reconstrucción de la ciudad, luego de terremoto de 1944. Su gobierno inició una fase neoxtractivista sin precedentes en la provincia. Bajo un signo peronista y popular puso en marcha proyectos desarrollistas de larga data e inconclusos hasta ese momento en San Juan.

Basado en los pilares económicos de la minería a gran escala, los agronegocios, la conexión con los mercados regionales a través de la construcción del Túnel de Agua Negra, y el turismo, el gobierno de José Luis Gioja se propuso poner a la FNS en el plano mayor del turismo nacional. En ese escenario político gubernamental del siglo XXI, la FNS pasó de ser una fiesta provincial de corte localista y tradicional, a convertirse en una mega-producción escénica artística y política. A través de ella fue posible mostrar al país un proyecto político económico modernizador desarrollista fuertemente afincado en la construcción de infraestructura y en la redistribución de la renta minera, esta última procedente de la explotación de oro a cielo abierto con uso de sustancias tóxicas en las propias nacientes glaciares de la cordillera. Aquellas ediciones “giogistas” de la FNS desplegaban exposiciones de ferias mineras, donde la actividad era una de las principales atracciones en los stands del evento realizado, por ese entonces, en el Parque de Mayo. Grandes camiones mineros con ruedas de más de más de tres metros, y rondas de negocios eran las principales atracciones del evento. Los sponsors de la fiesta anunciaban orgullosos el advenimiento de empresas transnacionales, entre ellas: Barrick Gold, Xtrata Cooper y Yamana Gold.

En aquel periodo, la elección de las Reinas de la FNS se convirtió, como nunca antes, en una maquinaria efectiva de producción del cuerpo de las mujeres como un campo fértil para la reproducción de mercancías, a través de la propaganda turística y minera. Como lo afirmó Silvia Federici, el cuerpo de las mujeres es sin dudas la última frontera de reproducción del capital, y por eso se ha transformado, como señala Rita Segato, en un territorio de conquista por medio de la escenificación de la violencia del poder patriarcal. Estas violencias promovidas por el capitalismo moderno (en su reproducción ampliada), a través de las formas estatales y para estatales, caracterizan a las sociedades contemporáneas, y son el principal fundamento del número creciente de femicidios en Abya Ayala. Patriarcado y extractivismo son parte ineludible de la ontología moderna del Estado, que explota a los cuerpos de las mujeres para extraer de ellos un plus valor.

De este modo, las Reinas de la FNS eran -en ediciones anteriores- el estereotipo de la “mujer dominada” por el orden extractivista patriarcal. La propaganda de estas bellas mujeres con cascos mineros en su tradicional visita a Mina Veladero revelaba la centralidad de ese proyecto patriarcal extractivista.

¿De reinas dominadas a embajadoras empoderadas?

En un artículo publicado en 2012 propuse pensar el rol de las Reinas de la FNS a través de la teoría de la dominación masculina planteada por Pierre Bourdieu. Según esa teoría, el principio de diferenciación del género, fundamento de la división sexual del trabajo, representa un concepto de construcción de un orden histórico y social, más específicamente, un umbral de violencia, por el cual la mujer no tiene una participación directa en las maneras de organización y transformación de la sociedad, puesto que la dominación masculina predetermina un mundo social construido por y para los hombres. Según esto, afirmaba que las Reinas del Sol eran “reinas dominadas” por este orden masculino dentro de una estructura patriarcal heteronormada regida por la gobernanza minera.

A ocho años de aquella edición de la FNS de 2012, en la cual, las mismísimas Susana Giménez y Mirta Legrand acompañaron la coronación de las Reinas, la nueva edición de la FNS 2020, nos presenta un “cambio de paradigma”. De la mano de la figura de la ex modelo internacional Valeria Mazza, la fiesta propone “una evolución” que se traslada tanto al concepto de la FNS, como a la presentación de las mujeres en ella, según el guión del espectáculo final celebrado el 29 de febrero en el Complejo de Chimbas. Este nuevo paradigma evolucionado que presenta discursivamente la FNS tiene escenificaciones particulares dentro de una mega producción artística y show tecnológicos. El cambio evolutivo reemplaza a las antiguas Reinas por la elección de Embajadoras. Cambio que en apariencias parece sustancial, pero que analizado desde una perspectiva crítica feminista antiextractivista, no lo es tanto.

Ya en 2012, las Reinas del Sol se presentaban así mismas como embajadoras culturales y turísticas de la provincia, ese ha sido siempre un elemento común en el discurso promocional y de defensa de las figuras de las Reinas de la fiesta. Claro, no hay que olvidar que ya sean Reinas o Embajadoras, su elección es por medio de un concurso, en el cual las mujeres compiten con otras mujeres mostrando sus mejores cualidades y proyectos sociales a realizar. Al parecer estas cualidades son las que han ido cambiando. En esta nueva edición, las mujeres han elevado su edad, y pueden ser madres; también pueden concursar mujeres transgenero, aunque la representación de estas últimas quedó sesgada en el concurso.

Sin embargo, y a pesar de esta nueva concepción evolucionada de las mujeres y la FNS, las embajadoras, al igual que sus antecesoras, las Reinas del Sol, siguen visitando Mina Veladero para “aprender el valor de la minería en nuestra provincia”. Pero sobre todo, siguen estando vedadas a manifestar alguna disidencia con el régimen gubernamental afincado en la minería y en el desconocimiento sistemático de derechos humanos, tanto a lo que hace al derecho constitucional a un ambiente sano; como a la defensa de los derechos de los pueblos indígenas planteados a través de las leyes nacionales 23.302, 26.160 y 25.517, y el propio Convenio 169 de la OIT que establece la obligación de la consulta, libre, previa e informada; o la aplicación de la Ley Nacional 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Mucho menos pueden expresarse a favor de la despenalización del aborto y al derecho de las mujeres a la asistencia segura y gratuita del Estado.

¿Qué es entonces lo que diferencia a las embajadoras de las reinas en la FNS?  La diferencia no parece sustancial, solo un cambio de look más austero, menos ostentoso, menos revelador de las figuras femeninas, y la exaltación de “mujeres emprendedoras”, aunque necesariamente “bellas” (según un canon de belleza racializado y socialmente establecido por una estética capitalista), y con vocación de inclusión social de las diferencias, e interés por el cuidado del medioambiente. Para fortalecer la idea de este cambio en el escenario, las Embajadoras departamentales competidoras en el concurso, desplegaron una nueva performance de mujeres empoderadas, con voz propia, aunque sensibles y emotivas. A diferencia de años anteriores, ellas mismas se presentaron con la narración de una anécdota personal de superación y exaltando alguna figura familiar como referente. Parte de esta “escenificación amorosa” incluyó tomas privilegiadas en la televisión abierta de los padres e hijos de estas competidoras ubicados en las primeras filas frente al escenario. Historias de superación y empoderamiento se revelaron como nuevos discursos presentados como una perspectiva de género dentro de la FNS, aunque, reforzando al mismo tiempo estereotipos clásicos de la colonialidad del género (c.f. María Lugones), entre ellos, la sensibilidad femenina como cualidad y el amor “familiar” como forma de esclavitud social (c.f. Marcela Largard).

Así las cosas, la perspectiva de género de la FNS parece reducirse a la inclusión de las mujeres desde una mirada que no aborta el concurso, y que sigue utilizando a las mujeres para la reproducción de mercancías en un contexto gubernamental neoextractivista exportador. Desde las Reinas del Sol de la era giogista, a las Embajadoras uñaquistas de la nueva era de la FNS, la reproducción de las violencias del orden patriarcal extractivista ejercitado por el propio Estado -a través de estos concursos- demuestra que el cuerpo de las mujeres sigue siendo un territorio de conquista. Abolir el concurso, la exposición, y la competencia de las mujeres como hijas menores de una sociedad alienada por el poder político económico empresarial, no es una opción por el momento. El orden extractivista patriarcal necesita exportar, en el cuerpo de las mujeres, los valores tecnocráticos de una sociedad del consumo, con principios antagónicos al cuidado del planeta y alineados con los intereses de los poderosos.

“Evolución”, “inclusión”, “revolución de amor”, “cuidemos el planeta” reza la canción oficial de la FNS 2020. Con estos conceptos, el gobierno provincial escenificó para nosotros y nosotras una supuesta crítica a la era del antropoceno, contradictoriamente a los hechos constatables durante su gestión, continuadora del desarrollismo neoextractivista inaugurado por su predecesor y mentor. Hoy la interna dentro del PJ los divide, y eso explica también los ribetes de exaltación de un discurso gubernamental que trata de diferenciarse de la política y gestión representada por José Luis Gioja en la provincia. La “nueva era” no es tan nueva, el cambio de paradigma no es tal, sus finalidades estéticas y discursivas se inscriben en una contienda que trasvasa hoy todos los espacios de la política local. El cuidado del planeta y la liberación feminista de la violencia patriarcal extractivista tendrán que esperar nuevas revoluciones. Eso sí, de la mano de nosotras, las propias mujeres subalternizadas por este nuevo orden del discurso político estatal y sus estéticas performáticas.

[1] Investigadora CONICET- Doctora en Ciencias Humanas con Mención en Estudios Sociales y Culturales

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