Maternidad: historias de mujeres que desearían volver el tiempo atrás

Suele decirse que la llegada de un hijo cambia la vida para siempre. Se supone que para mejor, pero hay mujeres que sostienen que convertirse en madres fue «lo peor que pudo haberles ocurrido y que la dependencia de sus hijos hacia ellas las agobia». Todas las posiciones y la voz de los especialistas abren el debate.

Ser madre es sin dudas un hecho que marca -para siempre- un antes y un después en la vida de una mujer. Es sentir que se puede amar a alguien más que a una misma y que la vida toda le pertenece a alguien más. Suena fuerte.

 

Es que traer un hijo al mundo es mucho más que cumplir el sueño de «realizarse como mujer» o formar una familia. Es entender que alguien va a depender de uno, desde el embarazo y durante los primeros años nada menos que para sobrevivir; y después, para educarse, moldear su personalidad y demás cuestiones que hacen a «formarse» en la vida.

 

Pero no todas las mujeres lo viven de esa manera. Muchas, aún habiendo deseado ser madres, se ven invadidas luego por un sentimiento que -encima- les genera culpa: el arrepentimiento.

 

Quizá a alguien que siente todo lo opuesto le cuesta creer que alguien pueda sentirse arrepentida de haber sido madre. Pero ocurre. Y hay mujeres que, si pudieran, volverían el tiempo atrás y elegirían una vida sin hijos.

 

 Existe una idea consensuada en la sociedad acerca de que la maternidad es un estado de satisfacción permanente

La primera piedra en este tema tan delicado como sensible la tiró la siempre polémica escritora (¡y madre de dos hijos!) Corinne Maier, quien en 2008 publicó un libro cuyo título es toda una declaración de intenciones: No Kid. 40 buenas razones para no tener hijos.

 

 Patricia Alkolombre, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), analizó: «La llegada de los hijos se constituye en un momento de la vida esperado para muchas mujeres. Pero en algunos casos la idea que tenían sobre la maternidad estaba idealizada, con muchas expectativas de cómo sería la vida con un hijo, en otros hay menos expectativas y por último en algunos casos la llegada de un hijo se da en un clima de mucha ambivalencia y sienten que es más lo que perdieron al ser madres. No se sienten bien ni están contentas».

 

Para la autora de los libros Deseo de hijo. Pasión de hijo y Travesías del cuerpo femenino, «estos sentimientos ambivalentes chocan con la idea consensuada socialmente sobre la maternidad, como si debería ser siempre bajo un estado de satisfacción a pesar de la dedicación que requiere la crianza, sobre todo los primeros años».

«Estos estados de ánimo, muchas veces tienen claroscuros y esto hace que los sentimientos negativos generen sentimientos de culpa -ahondó-. Como si una madre jamás podría sentir hostilidad por la demanda que implica en la crianza de un hijo».

Y ejemplificó algunas de las situaciones que se dan en cada hogar al que llega un nuevo integrante: «En los primeros días, sumado a toda la revolución afectiva y física del parto, se presentan dificultades que son difíciles de atravesar, como el cansancio frente a la demanda del día a día con los trastornos de sueño, de la alimentación o el llanto excesivo del bebé. Además, hay casos en los que la mamá que recibe poca ayuda del entorno o no es comprendida; todo en un contexto de menos tiempo para dedicar a la carrera laboral o profesional y dificultades en obtener mejores puestos de trabajo con mejores ingresos. Todo eso hace que la maternidad pueda ser vivida como una carga y no como algo que enriquece sus vidas, si no encuentra soluciones alternativas».

 

En ese punto, y poniendo un manto de piedad en el tema, la licenciada en psicología Lorena Ruda (MN 44247) optó por considerar que «en realidad nadie se arrepiente de haber sido madre sino más bien que añora su vida anterior». Y tras analizar que «la llegada de un hijo cambia la dinámica de la pareja, las rutinas, las prioridades, las amistades», reconoció que con la maternidad «todo en la vida da un giro y no todas las mujeres están preparadas para tanto cambio».

 La llegada de un hijo cambia la dinámica de la pareja, las rutinas, las prioridades, las amistades

«Algunas mujeres muy independientes se sienten ‘presas’ de las excesivas demandas de la nueva vida e incluso rápidamente empiezan a delegar, vuelven rápido a trabajar, al gimnasio, a salir con amigas, haciendo hincapié en que no hay por qué resignar todo por los hijos -evaluó la especialista en maternidad y crianza-. No todas las mujeres sienten que la llegada de un hijo está por sobre todo».

 

Con todo, ella prefiere creer que más que arrepentirse de haber sido madres, lo que muchas mujeres experimentan es que «extrañan la libertad en sus movimientos y decisiones, la sexualidad con la pareja, las salidas sin horarios».

 

Alkolombre apuntó que «el cansancio o la irritabilidad pueden encubrir estados depresivos leves, pero en otros casos son más intensos y complejos». Y alertó que «si no son advertidos por el entorno de la mujer, estos estados se pueden hacer crónicos y modificar la relación que tienen consigo misma y con su hijo, generando sufrimiento en la mujer y ambivalencia en el vínculo».

«No poder reconocer este sufrimiento materno, sumado a una tendencia que idealiza la maternidad dentro de la sociedad, no hace más que producir confusión y generar culpabilidad en las mujeres; que con estos estados depresivos y abatimiento, devienen en perturbaciones emocionales que son silenciadas y vividas en soledad», profundizó Alkolombre, para quien «muchas veces estos conflictos hacen que el vínculo entre la madre y el hijo se vea impregnado de esta pugna de intereses entre ocuparse de su vida como lo venía haciendo y lo que tiene que dejar para poder criar a su hijo y que puede llevar a algunas mujeres a sentir que se arrepienten de haber decidido tener hijos».

 

En primera persona

 

La socióloga israelí Orna Donath entrevistó a 23 mujeres para su libro Madres arrepentidas, cuyos testimonios coincidieron en que si pudieran volver a elegir, ninguna de ellas habría sido madre.

 

La tesis de fondo que desarrolla Donath es que a las mujeres se les marca el camino; que, a pesar de que se supone que deciden ser madres libremente, la presión social para tener hijos es enorme, y que el resultado es que algunas acaban arrepintiéndose.

«Puede que una determinada etapa de la maternidad resulte cuesta arriba, pero que los sentimientos cambien a medida que los niños crecen. En mi estudio participaron abuelas que aún se arrepienten. Puede que la relación cambie, pero en el fondo saben que no quieren tenerla. Ser madre es una manera de estar en el mundo; aunque los hijos se independicen, siempre los tienes en la cabeza», opinó.

 

A continuación, algunas de las declaraciones

 

«¿Alguna otra se arrepiente de haber tenido un hijo? Yo amaba mi vida anterior. Mi marido quería un niño y pospuse aquello durante mucho tiempo sabiendo que no era mi vocación».

 

«Mi hijo tiene ahora 2 años y fue una lucha solitaria y desesperada. Siento que mi maravillosa vida se ha trastocado. No me veo aún como si fuera una madre. Cuido de mi hijo a tiempo completo, lo amamanté incluso durante un año, sin embargo, me parece que todo es tan… superficial».

 “Volverá mi vida a ser normal. ¿Sentirá mi hijo mi desapego? No creo que esté deprimida, pero ¿alguien más se ha sentido así?”.

«A todo esto se suma la culpabilidad extrema que siento porque tantas personas harían cualquier cosa para tener dos hijos sanos y un compañero atento. Pero me siento tan desgraciada».

 

«Echo de menos mi antigua vida, tanto que a veces fantaseo con dejar a mi marido y a mi hijo. Odio jugar en el parque, me gustaría ir a una exposición. Odio ver todos los días Peppa Pig, quiero leer una novela. Odio ir a los columpios, me gustaría almorzar con los amigos. Hago todo lo que puedo por mi hijo y él es encantador. Sin embargo, la maternidad me ha hecho sentir que me han sacado del mundo real».

 

«No soy una persona a la que le gusten los bebés y la dependencia de mis hijos hacia mí me resultó muy difícil. Así que volví a trabajar tan pronto como pude y encontré a alguien para que cuidara de los niños».

 

 «Adoro a mis hijos, pero yo no estaba preparada para el esfuerzo de los primeros años. Parece que nunca terminara. Estoy cansada, rota y me siento aislada. Desearía tan solo haber pensado más antes de embarcarme en este viaje a la maternidad».

A modo de conclusión, Ruda analizó: «Desde que quedamos embarazadas estamos pendientes de que nuestro hijo viva. Atentas a que no le pase nada, a su salud, a su indefensión y su crecimiento; esperando cada consulta con el obstetra o ecografía para confirmar que todo esté bien. En general ese es el primer momento en que tomamos conciencia de que somos responsables de otra vida y a veces ‘pesa’ demasiado», observó. Y concluyó: «Es importante antes de juzgar ver qué pasa en cada situación particular; conocer bien la historia de cada mujer, de cómo llegó ese bebé al mundo, para así poder entender por qué pueden aparecer estos sentimientos de sobre que su vida era mejor antes».

Fuente: Valeria Chavez – Infobae

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