El día que San Juan Paró

Este 8 de marzo San Juan fue una de las 48 ciudades de Argentina que se sumó al Paro Internacional de Mujeres.

Contra las políticas de ajuste y exclusión, las mujeres alzamos las voces por las desigualdades salariales, los despidos y la feminización de la pobreza. Marchamos contra éste gobierno que con un enorme grado de cinismo niega derechos, precariza y humilla al lxs trabajadorxs.

Las mujeres, somos además, las que seguimos padeciendo las mayores desigualdades, cobrando en promedio un 27% menos que el resto de los varones por el mismo trabajo. 200.000 despidos en 2016 en trabajos formales supone 549 despidos por día, y sólo en enero de 2017, el INDEC informó que la cifra se ajustó a 57 despidos por día. De éste total, el 50,56% de las despedidas fueron mujeres*1

Porque vivas nos queremos, las mujeres nos manifestamos  contra la violencia machista que ya cuenta con cifras alarmantes, 57 femicidios en 43 días del 2017. Esto supera las estadísticas del 2016, que  registró 290 en todo el año, lo que había significado una muerta cada 30 horas. Con este nuevo panorama, las mujeres en Argentina morimos cada 18 horas.

Caminamos por las víctimas sanjuaninas, mujeres que no contaron con la ayuda y el auxilio del gobierno, la justicia, la policía. Porque sigue siendo una odisea realizar las denuncias en comisarías que no cuenta con personal idóneo y capacitado en perspectiva de género.

Estamos convencidas que el cambio es cultural, educativo y una decisión política que se demora en llegar. La no implementación de la Ley Nacional de Violencia N°26.485 para erradicar, sancionar y prevenir la violencia hacia la mujeres, es un impedimento para que se pongan en funcionamiento mecanismos y políticas efectivas, sostenidas en el tiempo, para garantizar a todas, derechos sobre su cuerpo y una vida libre de violencia machista.

LA LEY NACIONAL CONTEMPLA EL CUMPLIMIENTO DE OTRAS LEYES IGNORADAS EN LA PROVINCIA.

La histórica y más reclamada por sectores de mujeres y derechos humanos es la ley N° 26.150 de Educación Sexual Integral, ésta ley que aporta contenidos para escuelas primarias, secundarias, públicas y privadas, establece poder  incorporar la ESI dentro de las propuestas educativas orientadas a la formación armónica, equilibrada y permanente de las personas; Asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, científico, precisos, confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral y promueve actitudes responsables ante la sexualidad para prevenir problemas de salud, y procurar un trato igualitario entre mujeres y varones.

A pesar de las múltiples  campañas de difusión, las denuncias mediáticas e institucionales, los talleres abiertos organizados, la capacitación de  lxs compañerxs;  los gobiernos provinciales no han dado muestras de querer garantizar éste derecho a los niñxs y jóvenes, violando así el derecho humano a la educación y a la información.

ASÍ ES COMO TRANSITAMOS EL MUNDO

Inmersxs en una cultura de la violación en la que los abusos sexuales se minimizan y se justifican cuestionando a la víctima y defendiendo al abusador. Lo vemos repetidamente en medios de comunicación que utilizando la pedagogía de la crueldad, estigmatizan a las mujeres y niñas, y hacen un discurso vomitivo que replican acompañado de fotos divertidas, familiares, en contextos distendidos del violador y su entorno.

Estas ideas erosionan la diferencia entre sexo y violación, relativizan la importancia del consentimiento y las relaciones placenteras generando un caldo de cultivo en el que los violadores  dejan de estar en el centro de la cuestión  y  a las víctimas se las consideran culpables de lo que les pasó.

Todas ésta violencias, que sufrimos a diario, son invisibles para un gobierno provincial y nacional, que no  mira de frente a las mujeres y es el primer obstáculo para la aplicación de las leyes que garantizan nuestros derechos. El derecho a vivir, a decidir,

MARCHAMOS ENVUELTAS EN NUESTROS PAÑUELOS VERDES, PORQUE NOSOTRAS SÍ HABLAMOS DE LAS MUERTAS POR ABORTOS CLANDESTINOS.

Es un realidad que el aborto es la principal causa de muerte de las mujeres en edad fértil, esto es en un rango de entre 15 y 50 años. La clandestinidad nos está matando más que el cáncer, el SIDA, o el parto. 500.000 abortos al año, suponen una situación que necesita respuestas. De cada 10 embarazos en Sudamérica, 6 terminan en abortos, y con 2 mujeres muertas*3.

Si los gobiernos se niegan a la Educación sexual integral, si impiden el desarrollo de los programas de salud sexual y no entregan métodos anticonceptivos, porque muchas veces los directores de hospitales y el personal médico lo niegan por manipulaciones religiosas que le son propias, ¿cómo evitamos los embarazos no deseados?  ¿Y si muchos además, son producto de violaciones, causados por las propias parejas, novios y  maridos?

La causa principal, tiene su origen en la opresión a nuestro género expresada en el ejercicio de una sexualidad normada por la cultura patriarcal. Elegir un método anticonceptivo nos dá libertad de tener relaciones placenteras y no vinculadas a la reproducción y nos permite cuidarnos de enfermedades, tener autonomía y nos aleja de los mandatos sociales de la maternidad obligatoria. Pero sigue siendo un obstáculo para las mujeres la interrupción voluntaria del embarazo, inclusive cuando está legalizado, como el aborto no punible. Y son las niñas, las que superan en número, a quienes obligan a maternar, luego de un abuso sexual.

La ley de aborto legal, seguro y gratuito es otra lucha que tenemos las mujeres. Porque libres nos queremos para decidir sobre nuestros cuerpos, porque es un negocio millonario para clínicas privadas que lucran con nuestras vidas, reclamamos un derecho para todas, porque las mujeres pobres son las que mueren en la clandestinidad.

Marchamos por las respuestas que no llegan de una justicia machista, que mantiene cercada a las militantes, a las docentes, a víctimas de violencia y deja libre a los machos que siguen hostigando a las mujeres. Machos en el gobierno, en la policía, machos en la justicia, en las calles, en la universidad, machos en los hospitales, machos en las iglesias,  cómplices de todos los horrores  de la humanidad, machos que niegan todo.

Las mujeres nos hemos organizado contra los conflictos bélicos, contra el secuestro y la trata, contra la explotación, contra el saqueo de nuestra tierra, nos organizamos por la educación, para defender nuestros cuerpos, contra la violencia premeditada  de los gobiernos patriarcales, nos organizamos en toda América Latina y en el mundo. Y reunimos en nuestras marchas toda la historia mestiza de las compañeras que dejaron una huella, caminamos hermanadas con la convicción de que somos el ejemplo de unidad de las desocupadas, de las mujeres rurales, y de las ciudades, de las trabajadoras, de las putas, de las presas, las diversas, las niñas, de las rotas, las desaparecidas, las muertas por femicidios.

Porque estamos frente a un genocidio organizado para callarnos definitivamente, porque los gobiernos neoliberales tienen efectos concretos y devastadores sobre las mujeres, y nos quieren esclavas para aumentar sus riquezas, su dominio y su capacidad para  explotar otros territorios, y  es ese un plan sistemático sostenido ideológicamente también por el gobierno de Macri.

Nosotras estamos organizadas, empoderadas y luchamos en las calles, en las casas, en las camas. Nos une la solidaridad y vamos a enfrentar al patriarcado con nuestros cuerpos. Porque vivas nos queremos. Porque ya no tenemos miedo. La revolución empieza ahora.

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