Por: Beatriz Zuru
CONSEJOS PARA MEDEAS
El ahorro es primordial. Sobre todo para no venderse: que el amante no sea el mismo que el maestro. Ni el médico, el pirata. Acopiar nos mantendrá insustituíbles para nosotras.
Restaurar raíces, limpiar sótanos. Pero aclaremos la analogía: no nos destejamos, porque la hilacha que queda sola muy pronto vienen y la botan. Se han estudiado casos en que le queman la punta que asoma para que no siga hablando.
Y así como hay que saber tejer, también manejar cualquier tipo de arma (por lo menos escudos). Que rápido las quitan cuando rápido se necesitan.
No acumular ni media nube (más que consejo es un pedido). Solo su jardín merece que llueva a moco tendido.
Y ya que estamos hablando de exilio: el viento suelto barre, empuja y arde a llamas.
CONSEJOS PARA ANDRÓMEDAS
Pedir a mamá que no nos compare (ni con cagrejos, blancura de espuma o estrellas reflejadas en una tormenta nocturna)
Esconder las cadenas de papá, candados de papá, laberintos de papá
Quemar la cama del oráculo previo rocío con alguna sustancia brava
Aprender canciones dulces y ejercitar la musculatura
Exigir a mamá, definitivamente exigir, que aborte su manía por las apuestas
Destrozar a mordiscos el reglamento decretado sólido por papá
Contar en cada ciudad versiones nuevas, más inverosímiles, de los oráculos
Cantar a las olas desde cada hueco que abran las fauces del héroe en nuestra carne.
CONSEJOS PARA MELUSINAS
Fundamentalmente, mantenerse hiperhidratada: que se limpien los circuitos recargados y sucios.
En caso de besos o u otras manchas dérmicas, recordemos lo inútiles que son las esponjas, y en caso de las metálicas, no solo obsoletas ya, sino completamente olvidables.
Para ciertos casos hay que plantearse los laxantes. Siempre la purga tuvo algo de sílfide (ver «El vómito de Blancanieves» de Mislenca Seronla).
Luego, repetir letanías o aquellos cánticos que agitan la carne y la piel sudorosa ya que expulsar sales nos reinstala la miel robada.
Si aún quedasen restos de ese amante desprevenido, es preferible perder las uñas pero sacarlo de entre nuestros dientes: escupir sus manos, su pelo y sus zonas de cosquillas, lo más lejos posible.
Y para finalizar, si con lo anterior no volvemos a tenernos a nosotras mismas: apliquemos, a la vieja usanza, sanguijuelas en el corazón.